Se avisa de antemano, sobretodo a los fans de Death Note,
que esta reseña viene cargada de figuras retóricas y mala leche.
Pocas series, películas y libros han conseguido engancharme
tanto como Death Note. Una vez que aceptas todas las premisas (Shinigamis y sus
cuadernos, un protagonista que se cree una deidad y el súper detective) la
serie se aleja de lo fantástico, relativamente, pese a lo que pudiera sugerir
en un primer momento. En lugar de eso nos encontramos con un apasionante
thriller policíaco que, además de original en muchos sentidos, nos ofrece un punto de vista de lo más inusual.
Esto nos lleva a hablar de los personajes, porque uno de los
puntos fuertes de Death Note es que el héroe, el favorito de muchos, el
personaje carismático de moral recta e incorruptible; es el antagonista.
Nuestro protagonista es un personaje difícil de querer y lo es aún menos con el
paso del tiempo pero no por ello menos merecedor de su rol, Light Yagami es un
personaje maquiavélico, pragmático y mucho más interesante que su némesis;
además cuenta con el contrapunto de su “neutral” compañero Ryuk un dios de la
muerte cuya personalidad no hace honor a su título y apariencia. Podría hablar
mucho más de Light pero por evitar spoilers diré que se vende a sí mismo como
el anti héroe, el personaje racional e incomprendido que ha transcendido las
limitaciones humanas; pero no lo es.
Madhouse estuvo a cargo de adaptar el manga de Tsugumi Ōba y
consiguieron destacar en un año de lo más prolífico: Code Geass, Haruhi
Suzumiya, Ergo Proxy, etc. Además de producciones propias como Black Lagoon o
Nana.
Que decir de la animación. Posiblemente sea un referente en la industria al menos en cuanto a animación, y es que para el año en el que fue concebido (2007) he de decir que visualmente la disfruté bastante. La paleta de colores es simplemente genial. Identifica a la serie con tonos bastante apagados y oscuros y es que no me imagino a este anime con otra combinación de colores. Otra cosa que realmente superó mis expectativas es el grado de detallado en los interiores y de los personajes, junto con el diseño de estos. No es por decir que es la serie con la mejor animación que hemos visto, pero es que realmente tienen un nivel en cuanto a movimientos bastante bueno. Muchas veces aparecerán escenas con movimientos inusuales en cualquier persona pero es aquí donde radica mi opinión en este aspecto ya que los han hecho de tal forma que parezcan exagerados y descabellados cuando no lo son.
Y para los que se pregunten el por qué del aviso si no he
parado de exponer las virtudes de la serie, aquí es cuando llegamos al quid de
la cuestión. ¿Fue Death Note uno de los mejores animes que se han hecho? Y la
respuesta es sí, lo fue, durante un tiempo; pero la incapacidad de darle una
buena continuación hizo que pasara de excelente, a mediocre... a triste.
Por mucho que disfrutara su primera parte se hace evidente a
partir de cierto punto la serie pierde fuelle, según nos aproximamos al ecuador
se suceden varios episodios que mantienen al espectador a medio camino entre el
desconcierto y la somnolencia. Este breve paréntesis se interrumpe bruscamente
dándonos a entender que la serie está de vuelta y más viva que nunca y se
reafirma desencadenando lo que parecía el final de la historia, pero que
equivocado estaba. Lejos de dejar que los acontecimientos siguieran su curso
natural se procedió a un trasplante que inevitablemente generó rechazo. Y
hablo así con la intención de ser sutil y no desvelar nada a aquellos (cada vez menos dada su popularidad)
que aún no hayan visto Death Note. La pirueta les salió cara y no se consiguieron
piezas de repuesto. Dejó de funcionar la maquinaria que movía la trama, la cuál
se arrastra muy forzada durante todo el segundo acto. Y aunque el final en sí
no es malo (de hecho es muy bueno) las circunstancias que nos llevan a esa
última escena son tan ridículas que el balance general es también
irremediablemente negativo.
Decir si merece la pena o no ver Death Note es todo un
dilema, tantas cosas buenas eclipsadas por tantas malas, un clásico que no lo
llegó a ser, un dolor de huevos en definitiva. Por ello, y ya que este tipo de
valoraciones son muy subjetivas, me abstengo de dar ninguna recomendación y que cada cual siga su propio criterio.